jueves, 31 de julio de 2014

La escopeta (I)

Me atrevo a afirmar que la escopeta es la única arma de fuego portátil que ha sobrevivido hasta hoy desde el medievo. Teniendo además un gran arraigo en España, tanto en el campo militar como cinegético. El origen del vocablo viene del italiano antiguo scoppieta o scoppieto, diminutivo de schioppo, propiamente "explosión, estallido", procedente del latín tardío stloppus "estallido" (producido por un dedo dentro de la boca), voz de origen onomatopéyico. Para comprender bien el origen del arma debemos repasar un poco la historia del uso de la pólvora.






Los musulmanes introdujeron la pólvora en España en el s.XI, sin embargo no fue hasta el XIV cuando empieza a popularizarse la artillería de pólvora en los asedios, principalmente las piezas de gran calibre (bombardas, pasavolantes, etc.). Cabe reseñar que hubo un paso intermedio del que se habla poco debido a la falta de documentación, me refiero a la ballesta. Tanto el mosquete como el arcabuz y la escopeta están ligadas etimológica e históricamente a la ballesta. No olvidemos que era el arma artillera por excelencia de la Baja Edad Media en occidente. Los ingenieros de asedio debieron admirar el efecto mortal de las bombardas, capaces de arrojar inmensas pelotas de piedra con mayor fuerza que los trabucos tradicionales. Ellos sabían bien que en un asedio como Dios manda no solo se lanzan piedras, sino también grandes saetas o flechas por medio de balistas, escorpiones u otros ingenios.




La ilustración más antigua que se conoce en Europa de armas con el uso de pólvora se encuentra en el manuscrito inglés de Walter de Millmete (1326), en él se aprecia una especie de jarrón del que sale proyectada una saeta; un soldado acciona la pólvora a distancia por medio de una mecha atada a un palo, en Francia se llamó "pot de fer" en Italia "Vase". En 1374 se habla en Zaragoza de "ballestas de trueno". Este fue el primer nombre dado al arma consistente en una modificación de la ballesta ordinaria sustituyendo primero el canal por un tubo, para disparar cuadrillos y después la verga y cuerda por la pólvora. Abajo el manuscrito de Walter Millmete.




Las ballestas de trueno duraron pocos años, pues en Castilla los moros usaron durante la batalla de Egea (1394) "truenos de mano", consistentes en un tubo corto de hierro forjado que lanzaba pelotas de plomo o hierro emplomado gracias a la pólvora. Un ejemplar existente de "trueno de mano" es el llamado de Tannenberg, datado en 1399 o incluso antes. Para asirlo, el cañón iba unido a una vara de madera. El mecanismo de estas primitivas armas sería muy simple, el artillero acercaba un carbón o mecha encendida al oído (pequeño agujero) del cañon, produciendo una explosión que arrojaba la pelota hacia fuera. Obviamente el usuario no podía siquiera apuntar, con lo que suponemos se empleaba principalmente en batallas navales o en asedios contra grandes blancos o masas de enemigos. En Italia el "trueno" (de mayor calibre) se conocía con el nombre de "schioppo", y el trueno de mano "scoppieta", su diminutivo. No es coincidencia, además, que tanto "trueno" como "escopeta" tengan en su raíz etimológica la acepción de "estallar", "explotar".






Como mínimo desde comienzos del s.XV aparece en escena la llave de mecha o de serpentín. El revolucionario invento coincidió en fecha (y no por casualidad) con la aparición de una buena variedad de armas de fuego portátiles: mosquetes, arcabuces, culebrinas de mano, cerbatanas, esmeriles, etc. El mecanismo es sencillo pero eficaz: El gatillo acciona hacia abajo la llave (en forma de s) que contiene una mecha encendida, ésta prende la pólvora situada en el oído y se produce el disparo. Por primera vez el tirador puede tomarse su tiempo para apuntar antes de disparar. Aún así el sistema de carga antigua no dejó de usarse definitivamente hasta comienzos del s.XVI. 




Los truenos (versión no portátil) y los truenos de manos siguieron usándose en España durante todo el s.XV, si bien de forma minoritaria y en casos concretos (asedios o defensas de fortalezas), ya que la ballesta de torno seguía siendo el arma de artillería portátil por excelencia. Así en el inventario de un castillo español (1478) aparecen entre otras armas "espingardas con una barrena y un atacador, una barjoleta con pelotas y pólvora, un trueno de mano, un molde de pelotas, un cántaro de pólvora y otro de salitre, un trueno con un carretón". En las guerras de Granada el arma portátil de fuego más popular fue la espingarda, posiblemente la primera de estas características que llegó a ser usada de modo masivo. Los llamados "espingarderos" junto a los ballesteros fueron decisivos en las batallas libradas en España durante el último cuarto del s.XV. Abajo escopetero y ballestero de finales del s.XV.






La palabra "escopeta" aparece en español a finales del s.XV. Con el decreto de organización de una fuerza armada a sueldo del estado, en 1493 comenzó a introducirse la escopeta como arma de caballería. Además el 22 de Febrero de 1496 se decretó el uso de la escopeta para la infantería española. Al parecer fue el Gran Capitán quien dio el visto bueno para la adopción del arma con vista a las guerras en Italia de aquel momento. No cabe duda que fueron los armeros italianos (de gran reputación en aquella fecha) los que "inventaron" el artilugio, todo ello favorecido por el hecho de que parte de Italia pertenecía al Reino de Aragón. En realidad no inventaron nada nuevo, tan solo mejoraron los "truenos de mano" ya existentes, dotándolos de la posibilidad de cargarlos directamente por la recámara (retrocarga), dicho avance permitió una tasa de fuego mucho mayor. De ahí pueda explicarse que la espingarda fueran rápidamente desbancada por la escopeta antes de terminar la centuria. El Gran Capitán percibió con agudeza las ventajas que ofrecía. Abajo infantería española de comienzos del XVI (a la derecha un escopetero):







Fue tal el éxito de las citadas mejoras técnicas que en las Ordenanzas de Badajoz (año 1500) se prohibe que los pastores porten ballestas, azagayas o escopetas en el campo, pero se les permite llevar lanza o espada, un pequeño puñal y un cuchillo. En la expedición de Orán (1509) la caballería iba equipada con escopetas y vestía peto y espaldar con armadura de brazos, almófar, morrión, faldón, musequíes, guarda de rodillas, canilleras, zapato herrado y lúas de malla. Además de la escopeta llevaba espada de dos manos. No debió funcionar bien el invento, pues tras la campaña la caballería sustituyó la escopeta por el pistolete. Desde entonces la escopeta quedó relegada principalmente para la caza, pero en la turbulenta historia de España no fueron pocas las veces que los campesinos hicieron uso de ella para la guerra. Pero eso lo dejamos para una segunda parte. Abajo caballería de la expedición a Orán, izquierda escopetero; derecha hombre de armas.





A comienzos del XVI nuestra escopeta logró su carácter propio: arma de retrocarga con cañón más bien corto y ancho de ánima lisa. Su gran calibre lo hacía mortífero en distancias cortas, esa misma fue la causa de que tuviera tanto arraigo en un país con geografía tan tortuosa como la española. Similar al triunfo que tuvo en su momento a nivel local la ballesta sobre el arco. No es difícil imaginar el gran impacto que causaría en aquellos hombres del medievo un disparo del trueno de mano o escopeta, de hecho tal estallido le dio nombre al arma. Abajo una culebrina de mano en acción. 






Desconozco si algunas de las primeras escopetas tenían más de un cañón, pero existieron cañones de mano (uno de ellos llamado "palo de trueno") que incluían hasta cinco en un solo ejemplar, lo cual permitía disparar como un arma de repetición. Nótese que hasta la segunda mitad del s.XIX no aparecieron los fusiles de repetición. Ciertamente las escopetas típicas de dos cañones se basaron en estas primitivas armas portátiles. Abajo un ejemplar de cinco cañones (extraído de la web "Castra Lusitana" del Sr. Amo del Castillo).




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