domingo, 12 de febrero de 2012

Cimitarras, alfanjes y sables


Cualquiera que navegue por internet podrá comprobar por sí mismo la enorme confusion existente entre sables, cimitarras y alfanjes. Casi siempre se toma una por otra con total tranquilidad, cosa que genera a la fuerza un desconocimiento general de aupa. No pocas veces una palabra mal empleada se pone de moda y todo el mundo da por hecho que es así sin serlo. Una mentira repetida mil veces puede pasar por verdad, pero no por ello deja de ser una ficción: la historia se repite. 

El lenguaje incorrecto da lugar a falta de entendimiento mútuo en cualquier diálogo, aparte de dar el cante sobre los conocimientos verdaderos de los participantes. Todos debemos forzarnos a usar bien las palabras, especialmente los que nos tomamos con seriedad (que no "zeriedad") la temática armamentística. Trataremos de analizarlas meticulosamente para ver en qué se diferencian unas de otras.



La cimitarra: Esta voz irrumpe en Europa desde España a mediados del s.XV (también llamada "samitarra"). Viene de abreviación de simsama tarya (espada gitana), es seguramente un término técnico islámico, tardiamente transmitido por mudéjares. Se trata probablemente de los gladios indios (sayfun hindi) habituales en los formularios notariales y muy seguramente introducidas por los tradicionalmente hábiles herreros gitanos de idéntica procedencia, en contraposición a las francas (sayfun ifranji) rectas. Los primeros gitanos llegaron a España hacia 1415. 






Como expuse en la entrada "Gladios"; "xiphos" "sayf" y "gladius" designan en la práctica armas equipadas con hojas cortantes: cuchillos, espadas, machetes, etc. De modo que un gladio típico de la India es diferente al francés o al húngaro, aunque son armas que tienen en común su gran capacidad cortante. Incluso dentro de la misma India hubo cimitarras con pequeñas variaciones locales. Lo diré más claro: no existe la cimitarra perfecta o modelo, el que busque por este camino está condenado a extraviarse. Abajo Talwar hindú s.XVII.






El alfanje: El origen de esta palabra andalusí tiene relación con el latín falx, del mismo modo que armas con hojas similares como el falcione italiano, el falson francés o el falchion inglés. Desde época romana se venía llamando falcatus ensis a los gladios curvados, posiblemente por ello el nombre de estas armas sea una abreviación. Los romanos llamaban falcarius (falcario) a los que usaban alfanjes.  Armas cortantes, pero de hoja más bien recta recibieron durante el medievo el nombre de glaive (gladius en francés), cuya raíz etimológica es "cortar".








De nuevo, no existe el alfanje perfecto, pues los hubo con hojas más curvadas que otras, esto se debe más a variadades regionales que a caprichos del destino. Pero tienen todos en común un doble filo curvado en la punta, si no posee esta característica no puede llamarse propiamente alfanje. Abajo vemos un falso alfanje (bracamarte), pues aunque tiene doble filo en la punta, su hoja no es curvada.





Indica el DRAE sobre el alfanje:



Especie de sable, corto y corvo, con filo solamente por un lado, y por los dos en la punta.


Derivados de alfanje son alfanjete (diminutivo), alfanjón (aumentativo) y alfanjonazo (alfanje grande y de mucho peso). El alfanje aparece en Europa muy a finales del s.XIII, en España ya es nombrado en 1280. 


El sable: Palabra tomada por conducto del francés, del alemán anticuado sabel, que a su vez se tomó de una lengua del este de Europa, probablemente el húngaro száblya, compuesto del húngaro szabni (cortar). Desde el siglo VII el sable era conocido desde Hungría hasta China y Japón. Parece ser que la llegada del sable a occidente se lo debemos a los hunos. Alcuino escribió en 796 que el gladius huniscus había sido introducido en Europa por los hunos. Abajo sable del este de Europa del s.XII.




El arma ya es conocida en Cataluña en el s.XIII. En un documento de 1258 se recomienda a los ballesteros embarcados que se armen con una "espada o sable". Se demuestra que inicialmente fue arma de común uso en el mar. La vinculación del sable con los barcos continuó a lo largo de la historia.






Conclusiones: En mi opinión la morfología curvada de estas armas no es casual. Todas ellas proceden (con variaciones locales y temporales) de un tipo de arma curvada primitiva o podadera que los egipcios llamaron kopesh o harpe (bautizada por los latinos falcatus ensis) y que poseía un filo cortante en la parte convexa de la hoja. Desde Oriente Medio se fue extendiendo lentamente por Asia y Europa, siendo el sable, el alfanje, el hacha y la cimitarra algunas de las variaciones más conocidas que nos han llegado, aunque no las únicas. Es esa la causa que los sables hayan tenido más tradición histórica en Oriente Medio que en ninguna otra parte. Abajo dos harpe egipcios:




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